Antes adentrarnos
en Priego de Córdoba, conozcamos algo de su historia.
Las primeras
referencias sobre Priego de Córdoba datan del Paleolítico Medio (40.000 –
33.000 a.C.) habiéndose encontrado evidencias de civilización en esta zona. No
obstante, no fue hasta mediados del siglo IX cuando hay constancia escrita de
Priego, denominada “Medina Bahiga”, durante el Califato de Córdoba.
Se tiene
constancia que en le año 863, el emir Muhammad intervino en las guerrillas con
un gran número de lugareños, convirtiéndose en 889 como centro de operaciones
de Ibn Mastana, seguidor de Omar Ben Hafsún, uno de los más importantes
cabecillas insurrectos que se tituló “Señor de Priego y Luque”.
Al desaparecer el
Califato de Córdoba pasó a formar parte del Reino Zirita de Granda, luego al
Reino Nazarita y en el 1090 fue ocupada por los Almorávides siendo a mediados
del siglo XII sustituidos por los Almohades. Sin embargo, volvió posteriormente
a formar parte del Reino Nazarita de Granada. Y aunque en el 1226 el rey
Fernando III la conquistó al tercer día de asedio y la donó a la Orden de
Calatrava, no fue conquistada definitivamente hasta el 1341 por el rey Alfonso
XI, quien construyó la muralla del castillo y fomentó la repoblación mediante
la concesión de ciertos tributos, como el portazgo, acabando formando parte en 1370 de la “Casa de Aguilar”,
título concedido a Gonzalo Fernández de Córdoba por cesión del rey Enrique II. En 1502, los Reyes Católicos nombran
primer marqués de Priego a Pedro Fernández de Córdoba, pasando a ser titular
del marquesado de Priego.
Aquello fue el
inicio de un gran progreso y avance, pues entonces se construyó la Casa del
Cabildo, la cárcel, el Pósito, Las Carnicerías, se reedifica la ermita de San
Nicasio y se construye la Iglesia de San Esteban, hoy conocida como “San
Francisco”.
En el siglo XVII, fueron
expulsados los moriscos que en número de unos tres mil, habían ocupado la
Puerta de Granda, y el pueblo sufrió un empeoramiento de la situación económica
debido al impuesto de las alcabalas, que era un tributo del tanto por ciento
que pagaba al fisco el vendedor en el contrato de compraventa, si bien llegó a
un acuerdo con el rey Felipe III,
y ratificado posteriormente en 1617 por Felipe IV, para la compra de las
alcabalas por parte de la villa por 130.000 ducados. Siglo nefasto para Priego
por las epidemias de peste que sufrió en 1650 y en 1680.
Vuelve a tomar
auge el pueblo de Priego en el siglo XVIII, siendo uno de los centros más
importantes de la industria de la seda, vendiendo el “tafetán” y el
“Terciopelo” en Sevilla, Málaga, Navarra, Portugal, Francia y las Indias. Pero
a finales de siglo la riqueza mengua, en gran parte debido al deterioro de la
producción de moreras, a los impuestos y la presión competitiva de los tejidos
de algodón ingleses y catalanes.
Cabe señalar que
en el 1705 Priego toma parte en la Guerra de Sucesión y defensa de Gibraltar, pasando
en 1711 a depender del Ducado de Medinaceli. En ese siglo XVIII, el Barroco
toma importancia siendo patente las obras maestras que se conservan hoy en día.
A primeros del
siglo XIX, se produce un considerable aumento de población, que aunque en 1843
se emancipan las aldeas limítrofes de Castil de Campos, Fuente Tojar y
Almedinilla, llegó a tener del orden de 27.000 habitantes gracias al desarrollo
industrial textil, de la producción agrícola y adhesión a la monarquía constitucional
del rey Alfonso XII en 1881. Año en que dicho rey le concede a Priego el título
de Ciudad.
En la década de
los años veinte del siglo XX, con una cuarentena de molinos, principales
motores de la economía de la zona, aparece una importante industria textil que
produce esencialmente patenes, driles y lonas; sin embargo, en los sesenta
empieza a extinguirse y reconvertirse en industria de la confección.